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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Cosmovision Indigena

Cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante aguja de pino, cada grano de arena de las playas, cada gota de rocío de los sombríos bosques, cada calvero, el zumbido de cada insecto... son sagrados en memoria y experiencia de mi pueblo. La savia que asciende por los árboles lleva consigo el recuerdo de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas, el venado, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Las cumbres rocosas, los prados húmedos, el calor del cuerpo de los potros y del ser humano, todos somos de la misma familia. Nosotros gozamos de alegría al sentir estos bosques.



El agua cristalina que discurre por los ríos y los arroyos no es solamente agua, sino también la sangre de nuestros antepasados. Cada reflejo fugaz del agua clara de las lagunas narra vivencias y sucesos de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz de mis antepasados. Los ríos son nuestros hermanos que sacian nuestra sed. Ellos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Por tanto, hay que tratarlos con dulzura, como se trata a un hermano.

El aire es precioso para el piel roja, pues todos los seres comparten el mismo aliento: el animal, el árbol, el humano..., todos respiramos el mismo aire que comparte su espíritu con toda la vida que mantiene. El aire dio a nuestros padres su primer aliento y recibieron de él su última expiación. Y el aire también debe dar a nuestros hijos el espíritu de la vida.



Enseñad a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a nuestros hijos: que la tierra es nuestra madre. Lo que afecte a la tierra, afectará también a los hijos de la tierra. Si los humanos escupen a la tierra, se escupen a si mismos. Porque nosotros sabemos esto: la tierra no pertenece al ser humano, sino el humano a la tierra. Todo está relacionado como la sangre que une a una familia. El ser humano no creó el tejido de la vida, sino que simplemente es una fibra de él. Lo que hagáis a ese tejido, os lo hacéis a vosotros mismos.”

Jefe Seattle, 1855
Toma del muro de mujer nagual.

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